Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/136/18
Ciudad de México, 5 de junio de 2018
- La enseñanza que da para México después de lo ocurrido en Guatemala y con dos volcanes muy activos en el país como lo son el Popocatépetl y el Volcán de Colima, es de suma importancia para mantener la vigilancia al más alto nivel, considera un grupo de expertos.
- En el mundo existen 1600 volcanes activos y cada año, entre 20 y 50 de estas estructuras geológicas, pueden presentar alguna erupción de manera alternada, razón por la que podrían coincidir las erupciones sin que ello signifique una conexión, destacan.
- En la imagen de izquierda a derecha y de arriba a abajo los volcanes Kilauea, de Fuego, Popocatépetl y de Colima. Expertos vulcanólogos adscritos a la UNAM aseguraron que no existe conexión entre la erupción del Kilauea, el volcán de Fuego y una posible erupción en los volcanes mexicanos Popocatépetl y de Colima, cada uno tiene su propio comportamiento y la reciente actividad de los dos primeros es solo una coincidencia.
Foto: Internet.
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De acuerdo con información del Centro Nacional de Protección Civil, en México existen 31 volcanes potencialmente activos, siendo el de Colima y el Popocatépetl los que se monitorean 24 horas todos los días del año por su constante actividad, la cual se puede consultar en tiempo real en el Atlas Nacional de Riesgos (http://www.atlasnacionalderiesgos.gob.mx/).
Por estas características la inversión de recursos económicos en la investigación y, sobre todo, en la instrumentación para el monitoreo de fenómenos volcánicos es esencial para conocer los diferentes procesos que se presentan. Dar seguimiento a la actividad volcánica es la mejor forma de proteger a la población y el mejor producto que puede generar la comunidad científica, sostuvo hoy en rueda de prensa Hugo Delgado Granados, director del Instituto de Geofísica (IGEF) de la UNAM, en la que estuvo acompañado por especialistas que abordaron el tema “Erupciones en Guatemala y Hawái ¿y el Popo?”.
Volcán de Fuego
Robin Campion, doctor en ciencias geológicas e investigador en el Departamento de Vulcanología del IGEF-UNAM, el volcán de Fuego es el más activo de Guatemala, sus mayores erupciones históricas se registraron en 1581, 1717, 1737, 1880, 1932 y 1974. Es un sistema con pendientes muy fuertes en sus laderas. Ha presentado actividad casi permanente con explosiones “inofensivas”, lo que creó una falsa sensación de seguridad en la población, tanto que hay pueblos ubicados a 6 kilómetros del cráter.
El vulcanólogo señaló que el principal peligro asociado a las erupciones, como las que presentó este volcán, son los flujos piroclásticos, que son avalanchas de material caliente (roca, ceniza, fragmentos lava y gases) con temperaturas que van de 100 a 500 grados centígrados, una velocidad de propagación de 50 a 400 kilómetros por hora (km/h), 100 veces más rápido que un flujo de lava y 10 veces más que un flujo de lodo.
Como estos materiales son más densos afectan principalmente las barrancas, pero en algunas condiciones salen de ahí y tienen impacto en otras zonas. “El alcance que pueden tener depende de la pendiente del volcán y del volumen del material involucrado”, precisó Campion.
El proceso de erupción se debe a una acumulación progresiva de presión en la cámara magmática que se libera después de exceder un cierto umbral. En el caso del volcán de Fuego, la erupción fue acompañada de un colapso parcial de la ladera lo que provocó una mayor cantidad de material involucrado y generó que las avalanchas llegarán a 8 km, lo que hizo que el material piroclástico tuviera mayor alcance.
El investigador indicó que la repetición frecuente de erupciones espectaculares e inofensivas hizo que la gente y las autoridades se acostumbraran al peligro. Así, el volcán se convirtió en un atractivo turístico y las tierras (aparentemente) “más seguras” estaban acaparadas por lujosos hoteles y adaptadas como campos de golf.
Este contexto demostró dramáticamente la falta educación al riesgo, tanto en los habitantes como en las autoridades. Por ello, “la enseñanza que queda para México después de lo ocurrido en Guatemala y con dos volcanes muy activos en el país, como los son el Popocatépetl y el volcán de Colima, es que es muy importante mantener la vigilancia al más alto nivel, esto implica inversión para mantener y mejorar el monitoreo, y evitar entrar en una rutina embrutecedora, porque aun cuando un volcán mantenga un patrón de conducta este puede cambiar y presentar fenómenos peligrosos con poca anticipación”.
Cráter Halemaumau
Otro ejemplo de erupción reciente lo expuso en la rueda de prensa Marie Noelle Guildbaud, de la Facultad de Ciencias de la UNAM. La vulcanóloga habló de los cambios dramáticos ocurridos dentro del cráter Halemaumau en la cumbre de Kilauea, en Hawái, una erupción explosiva de ceniza y gas y el colapso continuo de la pared del cráter superpuestas y en pendiente, lo que provocaron nuevas grietas y fallas que se han reflejado en el hundimiento continuo de la zona y el intenso humo.
El comportamiento de este volcán tiene sus propias características, por ello, cada caso debe ser estudiado para evitar la pérdida de vidas y minimizar el daño a la infraestructura, sostuvo Guildbaud.
La especialista en geodinámica y vulcanología señaló que no existe relación entre la erupción del Kilauea, el volcán del Fuego y una posible erupción en los volcanes mexicanos Popocatépetl y de Colima, “no tienen conexión, es una coincidencia su actividad, muchos volcanes en el mundo están activos a diario, y los dos que han afectado a la gente recientemente cuentan con mucha atención mediática, por eso se cree que tienen conexión”, dijo y añadió que los volcanes activos en México tienen su propio comportamiento.
Volcanes activos
Servando de la Cruz-Reyna, investigador del Departamento de Vulcanología del IGEF-UNAM, explicó que decir que un volcán está activo no necesariamente se refiere a que está en erupción, pero sí que tiene el potencial de entrar en erupción porque en su interior cuenta con suficiente material de magma para hacerlo en algún momento.
En el mundo existen 1600 volcanes activos y cada año, entre 20 y 50 de estas estructuras geológicas, pueden presentar alguna erupción de manera alternada, razón por la que podrían coincidir las erupciones sin que ello signifique una conexión. Cada volcán es un sistema independiente y debe ser monitoreado, vigilado y estudiado en su propio contexto.
De la Cruz-Reyna informó que en México ha habido un desarrollo importante en la generación de mapas de peligro volcánico con énfasis en los de mayor riesgo: Popocatépetl, el de Colima, Pico de Orizaba y Chichonal, que cuentan con mapas de peligro en distintos niveles de desarrollo.
“En el caso del Popo y el de Colima, desde el siglo pasado hay una labor considerable de documentación sobre peligros volcánicos, pero falta apoyo de los medios de comunicación para que la conciencia se forme con mayor fuerza”, apuntó el académico.
Agregó que los mapas de peligro volcánico reflejan cuál ha sido el alcance de los principales productos que tienen carácter destructivo en todas las erupciones pasadas de un volcán, y también se suma la recurrencia de esos fenómenos, para así conocer las probabilidades de alcance a cierta región en determinado tiempo, con este conocimiento se puede limitar el crecimiento de las poblaciones y reducir los riesgos.
Elizabeth Ruiz Jaimes.