Analizan cómo funciona el espermatozoide

El Universal
31 de mayo de 2007

Una investigación podrí­a servir para resolver problemas de infertilidad y diseñar métodos anticonceptivos masculinos

En el «lenguaje» que un espermatozoide y un óvulo usan para «dialogar» -esto es, atraerse, acercarse, unirse-, las «palabras» son iones, sustancias, proteí­nas, moléculas… Pero antes de entablar ese «diálogo» con el óvulo, dicho espermatozoide, en compañí­a de otros cientos de millones eyaculados, debe enfrentar un sinnúmero de obstáculos en el tortuoso viaje a través del tracto genital femenino.

Durante tal viaje se da una selección en función de su capacidad de movilidad y de la quimiotaxis (atracción quí­mica que ejercen otras células y el óvulo sobre ellos), de manera que los más aptos (unas cuantas decenas) llegan a la vecindad del óvulo. Y, en el mejor de los casos, sólo uno -aquél-, logra fecundarlo.

Ahora bien, a veces no ocurre así­. ¿Por qué? El doctor Alberto Darszon Israel, jefe del Departamento de Genética del Desarrollo y Fisiologí­a Molecular del Instituto de Biotecnologí­a, sostiene: «Cuando un espermatozoide no logra entablar un ´diálogo´ con el óvulo es por alguna disfunción en su movilidad (todos son malos ´nadadores´) o por problemas en la reacción acrosomal.»

Darszon Israel y sus colaboradores han llegado a esta conclusión en su estudio de la fisiologí­a del espermatozoide, luego de experimentar con gametos (cada una de las células sexuales, masculina y femenina, que al unirse forman el huevo de las plantas y los animales) de erizo de mar, ratón y humano.

Quimiotaxis

Los investigadores universitarios se valen del erizo de mar Strongilocentrotus purpuratus -que produce enormes cantidades de espermatozoides y óvulos, lo cual permite aislarlos y caracterizarlos bioquí­mica y funcionalmente-, para estudiar la quimiotaxis: cómo ciertos péptidos de la cubierta externa del óvulo atraen a un espermatozoide y regulan su manera de nadar.

Así­, mediante microscopí­a avanzada, descubrieron por primera vez que un decapéptido del óvulo dispara y regula fluctuaciones de calcio dentro del flagelo (o cola) del espermatozoide, y que dichas fluctuaciones modulan el modo de nadar de éste.

Cuando los mencionados péptidos se unen a su receptor en el espermatozoide, cambian la permeabilidad de éste y, por lo tanto, alteran sus concentraciones de calcio, su pH y sus propiedades eléctricas. Estos cambios afectan la forma de nadar del espermatozoide y lo encaminan hacia el óvulo, aumentando la probabilidad de que lo encuentre y fecunde.

«La quimiotaxis es esencial para que ocurra la fecundación -comenta Darszon-. Muchos problemas de infertilidad se deben a disfunciones del espermatozoide. Si los espermatozoides de un individuo nadan mal, su capacidad para fecundar óvulos está muy disminuida.»

El conocimiento de la relación entre los flujos iónicos y el movimiento flagelar es relevante no sólo para la investigación básica, sino también para la medicina, ya que la estructura del flagelo se conserva en todas las células ciliadas. Por ejemplo, hay muchas células ciliadas en los epitelios respiratorios.

Reacción acrosomal

El acrosoma es una vesí­cula membranal en la porción anterior de la cabeza del espermatozoide, que forma como un gorro; se encuentra en la mayorí­a de las especies.

Darszon y sus colaboradores estudian también la reacción acrosomal, necesaria para que la cabeza del espermatozoide pueda fusionarse con el óvulo.

Durante esa interacción celular, el óvulo induce cambios en la permeabilidad del espermatozoide y éste libera enzimas que permiten la fusión de ambos. Dicho proceso depende también del paso de iones por los canales de calcio del espermatozoide.

Ciertas glicoproteí­nas de la cubierta del óvulo, dependiendo de la especie, disparan la reacción acrosomal en el espermatozoide que involucra cambios morfológicos necesarios para que éste fecunde a aquél.

Los investigadores universitarios han contribuido con su trabajo a establecer qué canales de calcio son claves para que ocurra esta reacción. Así­, han demostrado que se requieren ciertos canales dependientes de voltaje y otros modulados por el vaciamiento de calcio de pozas internas para que el calcio se mantenga elevado suficiente tiempo y así­ el acrosoma se pueda fusionar con la membrana plasmática del espermatozoide.

Repercusiones clí­nicas

El conocimiento básico generado por Darszon y sus colaboradores podrí­a tener repercusiones clí­nicas.

«En la medida en que entendamos mejor cómo funciona el espermatozoide, tendremos más herramientas para resolver problemas de infertilidad cuya etiologí­a reside en cuestiones de movilidad de su flagelo o en la reacción acrosomal», expresa el investigador.

Incluso se podrí­an controlar ciertos factores de la dieta que pueden afectar las funciones del espermatozoide. Se debe considerar que, en el proceso de maduración de éste, la remoción del colesterol de su membrana plasmática desempeña un papel preponderante. De ahí­ que mantener la composición lipí­dica sea importante para que el espermatozoide tenga un buen funcionamiento.

Asimismo, se podrán diseñar mejores métodos anticonceptivos, con menos efectos secundarios. Por ejemplo, dos canales (el CatSper y el Slo3) sólo están en el espermatozoide. La búsqueda de inhibidores especí­ficos permitirí­a desarrollar estrategias de interrupción de la fertilidad en el hombre mucho más seguras.

Al respecto, Darszon comenta: «Hasta ahora, casi todos los métodos anticonceptivos han sido para las mujeres. Eso es injusto. Todos los efectos secundarios son padecidos por ellas. Un anticonceptivo bueno para los hombres serí­a formidable.» (Fernando Guzmán Aguilar).

Más información:

Correo electrónico : darszon@ibt.unam.mx

Alberto Darszon

Quí­mico por la Universidad Iberoamericana y doctor en ciencias por el Centro de Investigación y Estudios Avanzados (Cinvestav), del Instituto Politécnico Nacional, realizó una estancia de investigación en la Universidad de California, en San Diego, Estados Unidos.

Lleva 16 años en el Instituto de Biotecnologí­a de la UNAM y 12, en el Cinvestav. Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores. Es uno de los 43 cientí­ficos de excelencia que hay en México.

En 1998 recibió la beca Guggenheim. Ha obtenido el premio Universidad Nacional en el área de investigación en Ciencias Naturales; el Miguel Alemán Valdés en el área de la Salud; y el de la Academia de la de la Investigación Cientí­fica.

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