Milenio Diario
17 de abril de 2007
Redacción
México.- Este edificio fue el segundo en importancia luego del Templo Mayor. Era el lugar de nacimiento, formación y muerte de los tlatoanis.
La Casa de Las íguilas fue el lugar en el que los gobernantes mexicas se preparaban para la toma del poder y donde eran velados al morir, así lo establece el arqueólogo Leonardo López Luján, en su libro La Casa de Las íguilas I y II. Un ejemplo de la arquitectura religiosa de Tenochtitlan; obra en la que ofrece un análisis pormenorizado del segundo edificio prehispánico de mayor importancia después del Templo Mayor.
La publicación comprende un extenso estudio en el que se confrontan los datos arqueológicos e históricos y las características técnicas y espaciales de esta construcción que se estima comenzó a edificarse durante el gobierno de Itzcóatl o Motecuhzoma Ilhuicamina, en la primera mitad del siglo XV.
Coeditados por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el Fondo de Cultura Económica y la Universidad de Harvard, el par de volúmenes da cuenta de la información recuperada durante las cinco temporadas de exploración (de 1980 a 1997) encabezadas por el propio López Luján. La Casa de las íguilas ubicada al norte del Templo Mayor —en las calles de República de Argentina y Justo Sierra del centro de la Ciudad de México—, permaneció sepultada por más de cuatro siglos y medio, hasta su hallazgo en septiembre de 1980 como parte de los trabajos de excavación del Proyecto Templo Mayor.
Al también denominado Edificio E, se le adjudicó el nombre de ¡Recinto de Los Caballeros íguila! o ¡Casa de Las íguilas! en 1982, cuando se descubrieron dos esculturas de personajes ataviados con trajes de águila, así como la presencia de representaciones de cabezas de esta ave en la fachada principal, refiere el especialista galardonado con el Premio Investigación en Ciencias Sociales de la Academia Mexicana de Ciencias.
Tras un exhaustivo análisis de fuentes escritas y pictografías del siglo XVI que hacen referencia a un sitio sagrado llamado Tlacochcalco o Tlacateco, el cual se describe con características similares a las que tiene La Casa de Las íguilas, López Luján señala: ¡este era el lugar donde el tlatoani hacía penitencia durante cuatro días previos a su coronación y donde eran velados por un periodo idéntico el monarca y los militares de mayor jerarquía cuando morían!, establece el investigador del INAH.
El contenido
El tomo I ofrece un amplio acercamiento de esta estructura prehispánica, a través del estudio de evidencias arqueológicas, históricas, bioantropológicas, faunísticas, geológicas y químicas. También aborda los aspectos como las formas, técnicas y materiales constructivos, la cronología de sus etapas, estilos artísticos y materiales como entierros, ofrendas, pintura mural y esculturas.
En este volumen, López Luján destaca que tras el hallazgo, las investigaciones se orientaron a investigar a profundidad esta construcción del recinto ceremonial para poder acercarse a su función y simbolismo religioso, fundamentalmente por la insuficiencia de conocimientos que se tenían sobre la arquitectura sacra mexica.
¡La Casa de Las íguilas era de una de las vetas de información más prometedoras. Todo indicaba que había tenido un papel central en la vida religiosa de Tenochtitlan, toda vez que después del Templo Mayor era el edificio más grande encontrado en el complejo sagrado!, detalla.
Derivado del estudio arquitectónico, en este libro el arqueólogo precisa que dada la orientación de dicho edificio, se puede aseverar que se trata de una réplica en miniatura del universo, una imago mundi. Su ala norte simbolizaría el Mictlán y la del este, el punto de inicio del Tonátiuh Ilhuícac.
El tomo II comprende un catálogo de apéndices sobre cada una de las ofrendas halladas y su composición; tablas, mapas, planos, dibujos esquemáticos, reconstrucciones hipotéticas, fotografías y glosario de palabras en náhuatl.
La Casa de las íguilas, un ejemplo de la arquitectura religiosa de Tenochtitlan se presenta hoy, a las 19:00 horas, en el Auditorio Fray Bernardino de Sahagún, Museo Nacional de Antropología, con los comentarios de Eduardo Matos, Juan Alberto Román, Gabriela Uruñuela y Xavier Noguez.