Campus Milenio
06 de julio de 2006
Alejandro Canales Sánchez
El verano ya comenzó y también las vacaciones para muchos jóvenes estudiantes. Habrá quienes ya concluyeron un nivel educativo y no está en sus planes, o en sus posibilidades, seguir avanzando en la azarosa carrera escolar que siempre parece estar llena de obstáculos. Otros no regresarán más a la escuela aunque no hayan completado sus estudios; son las cifras del abandono escolar. Otros más, están con la expectativa y la incertidumbre de pasar de un nivel educativo a otro, particularmente cuando van del conocido y caótico mundo de la escuela secundaria al inextricable bachillerato o de este a la prometedora pero lejana formación profesional en alguna licenciatura. El próximo ciclo escolar los estará esperando.
Sin embargo, este verano para algunos jóvenes que cursan la licenciatura será diferente. Son más de medio millar de estudiantes que solicitaron y obtuvieron una beca para participar en el «Verano de la investigación científica». Un programa impulsado por la Academia Mexicana de Ciencias desde 1990 y que año con año lleva a cientos de jóvenes durante unas semanas a instituciones de investigación en el país. Una iniciativa que ha sido elogiada casi desde que se puso en marcha y que ha dado lugar a otras experiencias similares.
Es un programa relativamente sencillo pero es de suma importancia para la formación de recursos humanos y para alentar la vocación en jóvenes con inquietudes académicas. La idea es apoyar con una beca a estudiantes de licenciatura que no adeudan materias y sostienen un promedio de 8.5 en el caso de carreras de ciencias exactas o de 9 en el resto de carreras, para que realicen una estancia de algunas semanas bajo la supervisión e instrucciones de un investigador en una institución de reconocido prestigio.
Seguramente el apoyo económico de cinco mil pesos que implica la beca, aparte de lo correspondiente al transporte, es un factor decisivo para que los estudiantes puedan realizar o no la estancia en un lugar diferente a su sitio de residencia. La experiencia educativa y el camino de la vocación han mostrado con claridad que llevar a los estudiantes al escenario del trabajo de investigación (sea de gabinete, de campo o en un laboratorio) y un contacto estrecho con un investigador experimentado que pueda ofrecer respuesta a sus inquietudes y fungir como guía, son elementos que permiten despertar su interés por la actividad científica e inclinar su vocación por la investigación.
Los estudiantes interesados en participar en el Verano de la investigación siempre han estado por encima de las posibilidades de respuesta del programa. El presupuesto y los convenios de cooperación, como casi siempre ocurre con las iniciativas de apoyo, no son suficientes para la demanda. En general, las becas otorgadas han sido la mitad o menos de las que se solicitan; algunos años más, otros menos.
Según información de la propia Academia Mexicana de Ciencias, este año hubo 1,473 solicitantes provenientes de más de un centenar de instituciones, de los cuales solamente recibieron beca 583. Esto es, el 40 por ciento del total. (Los estudiantes que no fueron becados, se clasifican en segunda y tercera prioridad para asignaciones futuras).
Uno de los datos interesantes en el actual verano es la distribución de solicitantes y becarios por institución de origen. Por ejemplo, es notable la cantidad de planteles de institutos tecnológicos, suman 61, y de ellos provienen 349 aspirantes, aunque solamente recibieron beca 127. En cuanto a las universidades públicas, también son notables los casos de las universidades que presentaron el mayor número de postulantes, como los 125 de la Veracruzuna, los 123 de la Autónoma de Sinaloa, los 91 de la de Guadalajara, los 90 de la Autónoma del Estado de México o los 77 de la Autónoma de Ciudad Juárez; alrededor de la mitad de esos estudiantes recibieron beca. Por el contrario, son pocos los aspirantes en el resto de instituciones.
Más interesante es que el programa el «Verano» ha tenido un efecto multiplicador y en algunas instituciones, como las universidades de Colima o la de Guanajuato, se han impulsado iniciativas similares con resultados favorables. Seguramente, al igual que en aquel, no todo es miel sobre hojuelas y los programas tienen sus fallas, pero hasta ahora son mayores sus ventajas.
Un último aspecto que cabe resaltar es que, casi con independencia de la institución y el investigador que visiten, los jóvenes, al tener la oportunidad de estar en una situación educativa y un contexto diferente al habitual, alejados de familiares y con experiencias distintas, probablemente ahí tomarán la decisión de su porvenir académico. Nada más y nada menos.