Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/050/16
Guanajuato, Guanajuato., 2 de marzo de 2016
- Jóvenes que participaron en la Olimpiada Nacional de Química conforman hoy una valiosa red de estudiantes de licenciatura y posgrado en todo el país, y su desarrollo profesional ha fortalecido el concurso que coordina y organiza la AMC.
- La doctora Antonia Dosal y los doctores Leonardo Álvarez, Mauricio Castro, Carlos Wiechers, Roberto Flores, Joel Yuen, José Miguel Mora y Natalia González.
Foto: AMC/Elizabeth Ruiz Jaimes.
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Para hablar de las vivencias que han tenido en las Olimpiadas de Química en la etapa nacional e internacional, y de su experiencia profesional después de ellas, se reunió un grupo de exolímpicos, hoy en día investigadores en activo, con los 189 estudiantes que participan en la XXV Olimpiada Nacional de Química, en Guanajuato, Guanajuato.
En una plática informal, los ahora investigadores científicos adscritos a diferentes instituciones coincidieron en que el Programa de Olimpiadas de la Academia Mexicana de Ciencias es un importante motor para definir la vocación por la ciencia y la investigación, además de ser una plataforma para hacer redes de mistad que con el tiempo se pueden convertir en lazos de trabajo y colaboración.
Aplausos, lágrimas, anécdotas y mucha emoción fueron los ingredientes de la fraternal reunión entre exolímpicos, miembros del comité organizador y los concursantes de nivel medio superior.
El primero en hablar de su experiencia fue el ahora investigador y profesor en la Universidad de Guanajuato, campus León, Leonardo Álvarez Valtierra, quien participó en la primera Olimpiada Nacional de Química en Cuautla, Morelos, en 1992 y formó parte ese mismo año del equipo mexicano para la Olimpiada Internacional de Química, en Pittsburgh, Pensilvania, donde el aprendizaje fue para toda la delegación, incluyendo a los coordinadores nacionales quienes modificaron la evaluación nacional e incluyeron exámenes prácticos.
“La huella que me dejó esta competencia fue tal que después de que terminé mi licenciatura en química me fui de intercambio a la Universidad de Pittsburgh. En México me titulé y trabajé un tiempo en la industria. Como no fue de mi plena satisfacción este sector, regresé a los estudios para realizar un posgrado, y como ya había dejado puertas abiertas en Pittsburgh me doctoré allá”, compartió el ahora profesor e investigador.
Los testimonios continuaron
Natalia González Pech, quien acudió a la Olimpiada Internacional de Rusia 2007, es ahora investigadora en el Departamento de Química de la Universidad de Rice, en Houston, Texas y hará un posdoctorado en la Universidad de California, en San Diego a partir de mayo. Para esta científica «enamorada de la ciencia» hay muchas maneras de hacer investigación y de llegar a la posición que tanto ella o sus compañeros exolímpicos ahora tienen, por lo que recomendó a los jóvenes ser perseverantes y aprovechar la oportunidad de estar en un certamen como este, “porque definitivamente cambia la vida».
En esto último coincidieron todos los participantes de la charla, como Miguel Mora, quien asistió a la Olimpiada Internacional de 1993 celebrada en Italia y actualmente es profesor e investigador en la Facultad de Ciencias Químico-Biológicas en la Universidad Juárez del estado de Tabasco.
Comentó que su interés por la ciencia nació incluso antes de ingresar a la preparatoria y que cuando integró la delegación mexicana para la etapa internacional «no sólo me emocioné y me sentí orgulloso, fue ahí donde me planteé por primera vez la posibilidad de hacer un doctorado en el extranjero. Estuve ocho años en Londres, Inglaterra, donde tuve la oportunidad de quedarme a trabajar, pero decidí volver porque quería retribuir y contribuir con el país (…), no me arrepiento de eso pese a que las condiciones para hacer ciencia son muy distintas, estás en tu tierra, por eso les digo a los que quieran dedicarse a esto, sean investigadores en México».
Para Carlos Wiechers, participante por tres años consecutivos en la Olimpiada Internacional (Australia 1998, Tailandia 1999 y Dinamarca 2000) y en dos Olimpiadas Iberoamericanas (Colombia 1998 y España 1999) la experiencia de ganar medallas es muy motivadora, aunque opinó que la retribución que dejan dichas participaciones va más allá al proveer habilidades y herramientas útiles para la vida cotidiana.
Dijo que en concursos de este tipo se aprende que en la vida «uno compite contra sí mismo y hay una jugada continúa y se va mejorando, pero hay ocasiones que se enfrentan dificultades y caídas, y son precisamente esos momentos los que hay que superar, levantarse y seguir adelante».
Y la emoción apareció
Joel Yuen, ganador de medalla de plata en la Olimpiada Internacional de 2003, en Atenas, Grecia, fue investigador en el Departamento de Química de la Universidad de Harvard y actualmente es profesor en la Universidad de California, en San Diego.
Para este joven investigador, salir del país y competir fue el primer paso para darse cuenta que en México y en el mundo había jóvenes con las mismas preguntas e intereses, y que como integrante de una familia china inmigrante en México, podía tener otra opción de vida que no fuera el restaurante de sus padres.
Los testimonios expresados por los exolímpicos fueron interesantes, sentidos, genuinos, pero sin duda, el más emotivo de la tarde de ayer jueves fue el de Yuen, quien además de contagiar sus lágrimas de agradecimiento entre los presentes, habló de «una comunidad virtual que se va expandiendo», ya que muchos de estos exolímpicos mantienen amistad y comunicación:
«Cuando hablo con mis compañeros recordamos a la gente que ha seguido involucrada con la preparación de los estudiantes en los estados y en la etapa internacional, a quienes hay que agradecer porque dedican su tiempo y su energía para entrenarnos sin importar las estadísticas de sí vamos a obtener medallas de oro o no».
Roberto Flores Moreno definió su vocación hacia la ciencia cuando participó en la segunda Olimpiada Nacional en Valle de Bravo, Estado de México, en 1993, y meses más tarde como seleccionado en la internacional que se realizó en Perugia, Italia, ya que al poner a prueba sus habilidades se dio cuenta que podía hacer más, estudiar donde quisiera y darle orientación a sus interrogantes.
“A veces, cuando ya no se tiene con quién más resolver una duda, es cuando empieza el momento de hacer ciencia, de empezar a contestarse uno mismo las preguntas mediante los experimentos, verificación y resultados. Es donde empiezas a pisar un camino en el que nadie más ha estado y es sumamente gratificante”, dijo el investigador del Departamento de Química en la Universidad de Guadalajara.
Cabe destacar que este año son 18 los delegados que cumplen 25 años de estar impulsando desde sus estados la Olimpiada Nacional de Química: Aguascalientes, Baja California, Baja California Sur, Coahuila, Chiapas, Estado de México, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Nayarit, Nuevo León, Querétaro, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala, Veracruz y Yucatán.
El doctor Mauricio Castro, que coordina la ONQ junto con la doctora Antonia Dosal, dijo que el trabajo realizado en estos 25 años no solo se ha visto reflejado en la participación de jóvenes mexicanos, sino que ha dado impulso para que otras naciones de la región se sumaran: “Cuando México entró a participar a la Olimpiada Internacional de 1992, inmediatamente más países de Latinoamérica dijeron, ¡cómo, no nos podemos quedar atrás! Entonces nos siguieron Venezuela, Argentina, Costa Rica, Uruguay… y ahora ya se organiza una Olimpiada Iberoamericana. Yo creo que son muchas las vidas que hemos tocado y ha valido la pena”.
Elizabeth Ruiz y Luz Olivia Badillo.