Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/107/15
México, D.F., 04 de mayo de 2015
- Hoy, la ciencia se usa en muchos lugares como recurso retórico; en el s. XVIII las ciencias tenían fuerte presencia en la vida pública a través de los periódicos de la época, que se convertían en auténticas arenas de disertación: Miruna Achim, investigadora
- Portada del número uno del periódico Diario Literario de México, el cual se publicaba casi semanalmente con textos del propio José Antonio Alzate y Ramírez, traducciones suyas de temas científicos y religiosos, así como de otros hombres de ciencia que escribieron obras afines y refuta analíticamente a quienes no lo eran.
Foto: Conaculta.
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La asamblea general de la ONU declaró al 2015 Año Internacional de la Luz y las tecnologías basadas en la luz (IYL 2015).
«La luz nos incumbe a todos. Es gracias a la luz que sabemos cuál es nuestro lugar en el espacio y en el tiempo; es también gracias a ella que hay vida en la Tierra”, expresó a principios de año la física Ana María Cetto, integrante del Comité Directivo del IYL 2015, en uno de los discursos inaugurales en el lanzamiento del evento internacional. Es así que desde las ciencias exactas, las ciencias naturales, incluso desde la cultura y el arte se abordará en el 2015 en México y el mundo el tema de la luz y de sus posibilidades para la solución de problemas en diversas áreas.
No obstante, la luz, como fenómeno de luminosidad, puede incluso analizarse en las ciencias sociales a partir, por ejemplo, de dos periodos históricos: el Renacimiento, movimiento que tuvo su principal impacto en las artes –arquitectura, pintura, escultura- y en las ciencias en los siglos XVI y XVII especialmente en Europa y que marcó una transición entre la Edad Media y el mundo moderno; y la Ilustración, que inició a finales del siglo XVIII y llegó hasta inicios de la Revolución francesa, época a la que también se le denomina Siglo de las luces pues marca una revolución de ideas acerca de la libertad, la ciencia y la política y que tiene en los ilustrados franceses a sus máximos exponentes, este proceso se vivió también en la geografía europea y americana -bajo dominio de distintos imperios coloniales europeos.
“Lo que quiero destacar del s. XVIII en México es la apertura de la esfera pública, donde se empieza a debatir sobre temas diversos; en ciencia un autor lanzaba una hipótesis en un periódico y venía otro y entraba al debate, porque la ciencia no tiene que verse como un producto acabado sino como un proceso abierto”, dice la doctora Miruna Achim, de la División de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma Metropolitana-Cuajimalpa.
Apunta que esta apertura marca una diferencia, que no necesariamente indica que los estudios no se realizaran de manera racional, porque tanto en México como en Europa existían autores que analizaban empíricamente la naturaleza. “Lo que se da aquí con relación a los siglos anteriores es que hay periódicos –Mercurio Volante, Diario Literario de México, Asuntos varios sobre ciencias y artes, historia natural y artes útiles, Gaceta de Literatura de México– , espacios públicos donde se van discutiendo ciertos asuntos si se quiere de ciencia donde se puede investigar, reportar y someter a debate público, porque la Ilustración la usamos mucho para referirnos al desarrollo de la ciencias en este siglo y es un término ambiguo y amplio, tanto en el desarrollo de las ciencias sociales como de las ciencias en sí”.
En estos periódicos, añade Achim, no se podía discutir sobre política, no quiere decir, precisa, que el conocimiento no fuera político pues el conocimiento sí se usa para legitimar ciertas posiciones políticas, pero lo único que se podía discutir era el reino de la historia natural, de las ciencias naturales.
Agrega que en México se tenían a ilustrados como José Antonio Alzate y Ramírez, Antonio León y Gama, Joaquín Velásquez de León, José Ignacio Bartolache, autores de la segunda mitad del siglo XVIII que participaban activamente en los periódicos de la época.
“Por ejemplo, cuando José Antonio Alzate publica sus hipótesis de lo que está pasando con las manchas del Sol, saltan varios escritores contemporáneos suyos y empiezan a debatir, lo interesante, más que ver quién tiene la razón, es conocer los criterios para ello, pues lo que aquí importa como último árbitro son las ciencias naturales, no es Dios ni la teología, sino que a partir de experimentos y observaciones se construye el conocimiento”.
Ilustración mexicana o la mexicana
Comparada con la Ilustración francesa, que entre otros rasgos critica radicalmente a la autoridad, defiende el método experimental, promueve la redacción de textos científicos y filosóficos en lengua materna, exalta la tecnología moderna, busca la felicidad del hombre, la tesis de la separación de los poderes, y elabora la enciclopedia, un gran espacio de discusión, entre otras características, la mexicana es menos ambiciosa y se enmarca desde una perspectiva local.
“Sí hubo una ilustración a la mexicana y la hubo en varios sentidos: los ilustrados de la Nueva España estuvieron en diálogo, en contacto y enviando sus resultados a las academias inglesas, francesas; se cartean con colegas y lo hacen porque les interesa averiguar la naturaleza americana, y por la naturaleza se entiende algo muy amplio desde astronomía, fauna, flora, gente y les interesa porque llevan mucho tiempo estudiándolo en la Nueva España; Alzate y Ramírez manifestaba su rechazo a aceptar lo que venía de fuera (…) Él, por ejemplo, realizaba cinco veces al día mediciones metereológicas, levantaba datos sobre presión atmosférica, temperatura y describía el clima en cada ocasión, si llovió o no llovió, y eso marcaba tendencias a largo tiempo y lo hizo por 30 años, en ese sentido crea una ciencia americana o mexicana que no acepta a fe ciega todos los métodos con los que llegan las expediciones científicas enviadas por la corona española -que buscaban conocer más profundamente la naturaleza y riquezas de sus colonias para afianzarse política y económicamente-; no aceptaba lo que se decía sobre las plantas y cómo se clasificaban, pues apuntaba que las clasificaciones latinas no servían porque aquí se usaban en náhuatl, una lengua cuyas palabras son aglutinantes; de alguna manera los autores de la época estaban contra un universalismo y a favor de lo local, que es lo que conocen y es su base de poder, claro hay intereses políticos mezclado en eso, pero también hay genuinamente un interés por estudiar procesos mucho más locales”.
Miruna Achim, que entre sus intereses académicos están el desarrollo de la esfera de la opinión pública en el México de finales del siglo XVIII y la Ilustración mexicana, asegura que los espacios que se abrieron permitieron, entre otros, la creación de las farmacopeas locales, facilitó la discusión para la construcción de los desagües, se proporcionó información para el cultivo del añil y de la grana cochinilla, desafortunadamente, señala, la Ilustración fue un fenómeno que después de 30 años se vio truncado con la Independencia, y no es sino hasta 1867 – con la ejecución de Maximiliano de Habsburgo-, que se llega a un relativo periodo de paz pero con un país sumido en un desastre económico y social luego de casi 70 años de revolución. Sin embargo, señala que pese a ello se siguen participando en revistas, no como se venía haciendo, pues cambiaron los autores, polifacéticos, por unos profesionales que estudian disciplinas. “De alguna manera se retoma la Ilustración pero ya sin esta etiqueta, lo que muestra que cuando se abre un espacio es muy difícil cerrarlo”.
Los tiempos cambian
Hoy, lo lumínico de una sociedad es actuar bajo la tolerancia, la democracia, la aceptación del que opina diferente y esto tiene como base una educación política, que la gente entienda que puede opinar, participar.
“Antes se tuvo uno, dos, tres periódicos y se discutía, hoy hay una gran cantidad de diarios y los tenemos en distintas versiones, son espacios para la disertación, deberíamos entonces ser más ilustrados, al menos por el acceso que tenemos a ellos, pero no es así”.
Miruna Achim lamenta que la ciencia en la actualidad se use de manera retórica, que las ciencias, las humanidades y las universidades hayan salido de la vida pública, cuando en el pasado dominaban la arena de debate.
Fabiola Trelles Ramírez.